tuvo en la obtención del derecho al voto de las mujeres cuando se debatió el tema en
las Cortes Constituyentes del estado español en el año 1931.
Sólo por este hecho, ya ocupa un lugar destacado en la historia, e imposible obviarlo,
también por su producción literaria. Muy poco se ha escrito, y sólo de paso sobre su
pertinencia a la masonería. Como si este “detalle” estuviese al mismo nivel que el color
de sus ojos o la sencillez con que vestía.
No lo vemos así. Las divisas masónicas marcan profundamente toda su trayectoria
vital y profesional.
Constante y perseverante en un contexto histórico nada favorable a la promoción de la
mujer y mucho menos si esta era de clase trabajadora como fue su caso. Siempre
consecuente con los principios masónicos por los que ha tomado compromiso:
inmersa en la lucha por los derechos de la persona, no duda en asumir la defensa de
los procesados del levantamiento de Jaca, rechaza distinciones en ejercicio de
valiente libertad, se enfrenta al propio partido como verdadera librepensadora, pone en
práctica el amor a los más desfavorecidos con el incondicional respaldo a las víctimas
de la represión en Asturias, recoge y defiende las propuestas de todo un movimiento
emancipador en pro del derecho al voto de la mujer, el divorcio y la no discriminación
de los hijos nacidos fuera del matrimonio. Sobre este último aspecto y el ambiente de
su entorno, es muy gráfica la descripción que se nos da en la revista Cuadernos De
Mujer y Cooperativismo: “Las condiciones laborales y sociales eran duras, y
especialmente para las mujeres, pero los velos van desapareciendo, y su irrupción en
la vida pública nos entusiasma a todos y confirma las reales posibilidades de cambio
regeneracionista. Todos los trabajos de los republicanos progresistas, en todas sus
sensibilidades, desde el siglo diecinueve, encontraban reflejo en la legislación y en la
vida cotidiana. Muchas de nuestras compañeras no darían abasto, entre las reuniones
de la cooperativa, la Agrupación Femenina, los partidos políticos, los sindicatos y la
logia masónica”. Clara no es una flor rara, laica y republicana, dentro de un yermo caciquista y de
sotana, ni su feminismo abierto y militante responde solamente a un talante rebelde
pero solitario.
Son masones y masonas las personas que abastecen las filas del progreso desde
finales del siglo anterior y que ella tendrá ocasión de conocer. Con muchos coincide en
el difícil campo del activismo feminista, como Carmen de Burgos (Colombina), también
masona y fundadora de la Logia Amor, de Madrid y de quien su Hna\ Hildegard pudo
decir en la necrológica: “Ha muerto una republicana. Ha muerto una
librepensadora” y también Ana de Castro, feminista portuguesa, amiga y masona,
escribió: “Carmen de Burgos, la gran escritora española que murió en plena actividad
de acción liberadora, es un valor mundial que todas las mujeres deben respetar,
aunque no coincidan con sus creencias y no estén a la altura de su pensamiento
avanzado y libre de dogmas y prejuicios sociales”.
Con otras mujeres masonas trabajará más directamente en el sí de la Logia
“Reivindicación” de Madrid, dependiente del G.O.E.: Maria Salmerón, Mercedes
Hidalgo, Isabel Martínez, Consuelo Vergés, Esmeralda Castells, Rosalia Goy, Rosario
Amat y Encarnación Chamizo.
Otras despertaron en ella el interés por el laberíntico camino de la política, de alguna
disintió amarga y dolorosamente; a ninguna delató, pero se le ofreció esta posibilidad
para evitar los 12 años de prisión que tendría que soportar si quería volver a su país
en plena dictadura franquista. Ejemplo este también de verdadera fraternidad
masónica.
Ningún grupo podría apropiarse su nombre; nosotras, masonas si podemos encontrar
referentes.
Hay que hacer saber pero, que las diferentes Obediencias de mujeres masonas en
Europa enlazadas en el Comité de Liga Internacional de Masonería Femenina,
seguimos defendiendo los derechos de las mujeres y más concretamente el derecho a
la paridad, la cual cosa manifestamos en el Congreso celebrado para tal fin en
Estrasburgo en el 2000, las conclusiones del cual fueron remitidas a la Comisión
Europea, el celebrado en París el 2003 y el de Florencia el 2004 así como en el último
congreso celebrado el Lisboa el pasado mes de mayo.
CLARA CAMPOAMOR: “Una mujer, un voto”
Sello conmemorativo con motivo del centenario de su nacimiento
Breve biografía
A ningún político de ninguna época, a ningún diputado o representante del pueblo
debe tanto la democracia en España como a Clara Campoamor. Le debemos el
sufragio Universal. Idea aparentemente muy admitida, pero que para hacerse realidad
precisa que las mujeres tengan los mismos derechos electorales que los hombres,
durísima tarea que consumió, en la mayoría de países, las energías de varias
generaciones de mujeres y hombres amigos de la igualdad. En el nuestro se consiguió
de golpe, sin aparente esfuerzo, porque el esfuerzo lo hizo una persona sola.
Clara Campoamor, nacida en Madrid el 1888, en una familia de clase popular y talante
liberal. Fue una mujer que se hizo a si misma, que luchó siempre contra todo, “mi ley
es la lucha” decía, para conseguir una España donde la cuna fuera el origen, no un
destino y donde la ley no fuera un castigo, si no un amparo.
Bien pronto, tras la muerte de su padre, tuvo que dejar la escuela y ponerse a trabajar
a los 13 años. Modista, dependienta, funcionaria de telégrafos, profesora de Escuelas

no solamente acaba estos estudios sino que a los 36 años obtiene la Licenciatura en
Derecho y al cumplir los 38 entra en los anales de esta disciplina como la primera
mujer que interviene delante del Tribunal Supremo.
A los 40 años participa activamente en la fundación de la Federación Internacional de
Mujeres de Carreras Jurídicas.
En el 1929 forma parte del “Comité Organizador de la Agrupación Liberal Socialista y
Acción Republicana”. Más tarde se une al Partido Radical en las filas del cual es
elegida diputada por Madrid el año 1931, convirtiéndose así, juntamente con Margarita
Nelken y Victoria Kent, en una de las primeras mujeres parlamentarias del período
republicano.
Su participación en el Parlamento fue decisiva para la aprobación del derecho al
sufragio de las mujeres (161 votos favorables contra 121) en contra de la opinión de
quien temía que estas, bajo la retrógrada influencia clerical, se decantasen por
opciones de la derecha. En dura batalla dialéctica se enfrenta hasta incluso con el
propio partido, que abandonará definitivamente en el año 34 por su seguidismo servil a
la CEDA. Avalada por el Hno\ Casares Quiroga, pedirá la entrada en Izquierda
Republicana, pero fue rechazada de forma humillante.
Las nefastas previsiones de sus oponentes, dentro de las filas de las izquierdas entre
las que se cuenta también Victoria Kent, se cumplen el año 33 con el triunfo de la
CEDA. No se le perdonó nunca, considerándola “culpable”, y esto representó su
muerte política. A pesar que se demostró sobradamente la injusticia de la acusación,
ya que no solamente se pudo constatar que la derrota de las fuerzas progresistas fue
debida a su desunión, a su errónea política agraria y la brutal represión de Casas
Viejas, sino que en el año 36 con la victoria del Frente Popular se disipan posibles
dudas, Clara Campoamor no recibe ninguna disculpa provinente de las filas
republicanas.
Ella misma, en El voto femenino y yo, comenta:” “Lo que no espero que ocurra es que
se eleve una voz, una sola, de ese campo de la izquierda, de quien hube de sufrirlo
todo, por ser el único que ideológicamente me interesa, y al que aún aislada sirvo; una
sola persona que, por estímulos de ética, de mínima reparación, clame y confiese la verdad y proclame al menos que no fui la equivocada yo, sobre quien se han
acumulado las pasiones y la injusticia”
Preguntada sobre ¿ Quién es y de donde viene? Esta fue su aclaradora
respuesta:
“Yo no advine a la República ni el 14 ni el 16 de abril. Me he formado en el clima
paterno, de un hombre que batalló en las épocas difíciles de Menéndez Pallarés.

Academia de Jurisprudencia me brindó, como a don Enrique Moret, la Gran Cruz de
Alfonso XII –que varios republicanos, seguramente de los que no votaron a mi favor,
lucieron y arrumbaron cuidadosos después, como corolario al premio extraordinario
anual, rechacé la distinción. En la Dictadura ni acaté órdenes injustas ni acepté
conexiones: cuando el dictador dio al Ateneo una junta de real orden y en ella incluyó
mi modesto nombre de ateneísta constante desde 1916, rechacé el nombramiento,
con la consecuencia indirecta de tener que pedir la excedencia de mi cargo de
Instrucción Pública perdiendo cien puestos en el Escalafón, que no recobré después; y
cuando el Sr Aunós, ministro de trabajo de la dictadura, quiso injertar en sus Comités
paritarios la modernidad de savia femenina, ofreciendo a tres abogadas en Madrid,
Victoria Kent, Matilde Huici y yo, tres flamantes nombramientos de asesores en otros
tantos organismos, yo, como Matilde Huici, rehusé el fructífero honor, que otros
sirvieron”.
Fiel a su ideario por encima de todo, se auto-exilia después de asistir atónita a los
convulsos movimientos populares de venganza frente a la rebelión de los monárquicos
y fascistas el año 36. “Los principios liberales y democráticos no son sino una
vergonzante y culpable mixtificación cuando unos hombres o unos partidos los invocan
para encubrir todos los horrores, crueldades y expoliaciones que en Madrid he visto
perpetrar durante las seis semanas en que me fue imposible abandonarlo. Contra esa
abominable facción criminal levantaré siempre mi voz, mi protesta, mi espíritu”.
Camino de Suiza sufre el intento de secuestro de parte de un comando falangista que
quería apagar su voz.
Trata de volver a finales de los años 40 y a inicios de los 50, pero se encuentra con
que tenía que ser depurada por haber formado parte de la Logia Masónica
“Reivindicación”. A diferencia de otros exiliados, ella se niega a declarar por un delito
legalísimo cuando se cometió. Así, por principios, se queda en el exilio para siempre.
Suiza, Argentina y Francia vigilaran la nostalgia por un vano deseo de volver.
En 1955 se instala en Laussane donde trabaja en un bufete hasta que perdió la visión
y donde murió de cáncer en abril de 1972. Manda que sus restos sean incinerados en
San Sebastián, lugar donde se encontraba al instaurarse la II República.
Concha Fagoaga y Paloma Saavedra, en una reedición de El voto feminista y yo, en
1981 citan una carta de Clara Campoamor de 1959 a Martín Teo: “Creo que lo único
que ha quedado de la República fue lo que hice yo: el voto femenino”. Ciertamente, ya
que solo con el voto masculino nunca se hubiera conseguido el sufragio universal.
Sus intervenciones parlamentarias quedan recogidas en el Diario de sesiones de las
Cortes, del que no nos podemos estar de reproducir una pequeña muestra: 1 de
octubre de 1931 “ Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis
vosotros, pero no tenéis el Derecho Natural, el derecho fundamental que se basa en el

noviembre de 1931: “Yo no creo, no puedo creer, que la mujer sea un peligro para la
República, porque yo he visto a la mujer reaccionar frente a la Dictadura y con la
República. Lo que pudiera ser un peligro es que la mujer pensara que la dictadura la
quiso atraer y que la república la rechaza, porque, aunque lo que la Dictadura le
concedió fue igualdad en la nada, como me he complacido yo siempre en decir, lo
cierto es que, dentro de su sistema absurdo e ilegal, llamaba a la mujer a unos
pretendidos derechos...”.
A destacar, dentro de su producción bibliográfica:
El derecho de la mujer en España
La situación jurídica de la mujer española
El voto femenino y yo: mi pecado mortal
La revolución española vista por una republicana
Vida y obra de Quevedo
Sor Juana Inés de la Cruz
El pensamiento vivo de Concepción Arenal
La marina argentina en el drama español: herismo criollo
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