Han preparado un inmenso ataúd,
una fosa común,
y quieren que sea invisible.
para que nadie sepa qué ocurre.
Sólo pequeños ruidos hablan
gritan,
o elevan al cielo
frases de un rótulo.
Los nuestros,
son mutilados,
lanzados a los vertederos,
vigilados todos sus movimientos.
Pero allí están
con sus rostros
polvorientos y terrenales.
Probablemente,
nadie los visitará.
Pero el viento susurra
con su lenguaje,
con sus infinitos tambores
y avisa que esos ciegos golpes
con la porra,
son los mismos que los golpes
con la palma de la mano en la arena:
la inminente derrota del horror,
y sus perros guardianes.
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