jueves, 27 de enero de 2011

El mundo se nos aparece explicado definitivamente y entra en nosotros una gran serenidad, y se dicen las palabras que la significan.
Levantamos un puado de tierra y la apretamos en las manos. Con dulzura.
Allí está toda la verdad soportable: el contorno, la voluntad y los límites.
Podemos en ese momento decir que somos libres, con la paz y con la sonrisa de quien se reconoce y viajó alrededor del mundo infatigable, porque mordió el alma hasta sus huesos.
Liberemos sin apuro la tierra donde ocurren milagros como el agua, la piedra y la raíz.
Cada uno de nosotros es en este momento la vida.
Que eso nos baste.

JOSE SARAMAGO

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