lunes, 2 de agosto de 2010

La sociedad celta en España


Los keltoi (así es como los griegos conocían al pueblo celta) penetraron en la Península Ibérica a través de los Pirineos en torno al siglo VI ó VII antes de Cristo procedentes de centroeuropa, de donde fueron expulsados, y en ocasiones asimilados, por teutones y romanos, y se asentaron en la zona norte, en lo que hoy es Galicia, Asturias y el norte de Portugal.
Más tarde entraron en contacto con los íberos, dando lugar a la llamada cultura celtibérica, que se extendió por Soria, Guadalajara, La Rioja, Burgos, Aragón, Cuenca, etc. (incorporando a arévacos, vettones, vacceos, lusones y otros grupos étnicos) y desarrolló una serie de formas características y originales fruto tanto de la situación periférica del territorio como de la influencia posterior de griegos y romanos.
Y fueron escritores grecolatinos como Estrabón, Diodoro o Julio César, los que primero dieron cuenta de este pueblo describiéndolo como brutal y poco civilizado, amante de la juerga, las leyendas y las hazañas bélicas, aunque los restos que nos han quedado transmiten, además, que los celtas fueron sin embargo un pueblo refinado y con un gran sentido estético, alcanzando un alto grado de maestría en la forja, la orfebrería o el urbanismo.
La sociedad celta concedía una especial importancia a la identidad cultural, que lograban en gran medida con la representación de patrones básicos en sus motivos decorativos.
Tanto en la vestimenta como en las joyas, armas u objetos de uso doméstico proliferaban los complejos diseños a base de líneas entrelazadas formando nudos. También recurrían a la ornamentación a base de figuras de plantas y animales muy estilizados, o incluso de figuras humanas esquemáticas pero de gran expresividad.
Torques celtas
Los torques son uno de los vestigios mejor estudiados de todos los que nos ha legado el mundo celta. En la Península se han encontrado numerosos de ellos, realizados en hierro, bronce o en metales preciosos. Algunos resultan tan bastos y pesados que cuesta creer que pudieran ser utilizados; sin embargo otros son exquisitos trabajos de orfebrería ricamente decorados, ligeros y flexibles. Los torques eran usados en diferentes rituales (igual que las máscaras, calderos, vasos o tallas representando a dioses) a modo de adorno en torno al cuello y constituían un símbolo distintivo para los miembros más relevantes de la tribu, como es el caso de los guerreros, los druidas o los nobles, a la muerte de los cuales frecuentemente pasaban a formar parte de su ajuar funerario.
Fíbulas celtas
Otro objeto que nos habla del refinado gusto de los celtas por el embellecimiento personal son las fíbulas, objetos a modo de alfileres o prendedores equivalentes a nuestros actuales imperdibles y que usaban hombres y mujeres indistintamente tanto para sujetar los pliegues de la ropa, como para ahuyentar a los malos espíritus. Se conservan ejemplos de fíbulas de extraordinaria delicadeza cubiertas de motivos vegetales o de figuras zoomórficas y también otros elementos de uso personal como pendientes, brazaletes, collares o cinturones, así como cerámicas pintadas (conocidas como kalathos).
Armas y material bélico
Las armas eran objetos casi sagrados para los antiguos celtas y por eso mostraban hacia ellas un cuidado especial. En los yacimientos arqueológicos se han hallado dos tipos: las pensadas exclusivamente al campo de batalla, más sobrias y funcionales, y aquellas destinadas a usos ceremoniales, mucho más elaboradas (como la vaina del puñal de Pintia).
Encontramos armaduras, escudos o arneses para las cabalgaduras en los que proliferan los motivos típicos de la decoración celta, pero donde los artesanos mostraron su mayor creatividad fue en las empuñaduras del arma por excelencia: la espada. Las grandes empuñaduras que requerían las enormes hojas eran el lugar en el que se aplicaban piedras preciosas, marfiles o esmaltes, y tanto estas espadas como los cascos podían adornarse además con originales figuras humanas o cabezas de animales.
Los Verracos
Sin embargo en la Península Ibérica y debido a la gran cantidad de grupos étnicos prerromanos existentes, resulta muy difícil adscribir los objetos encontrados a una cultura en concreto, tal fue la influencia de los celtas sobre ellas. Berones y pelendones, lugones y vetones, turdetanos y várdulos, son sólo algunos esos pueblos. Los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de catalogar los restos arqueológicos más conocidos de ese periodo, como pueden ser los Toros de Guisando o el jabalí de Las Cogotas, pertenecientes ambos a una serie de esculturas zoomorfas que se han dado en llamar "verracos" y de las que se han encontrado numerosos ejemplos, sobre todo en la meseta castellana.
Lugares sagrados y necrópolis
Dado que celebraban sus ritos al aire libre no encontramos restos de santuarios propiamente dichos, pero sí se han hallado inscripciones rupestres que nos hablan de lugares sagrados en los que los druidas llevaba a cabo sus ceremonias, como las de Peñalba de Villastar o en la Cueva de San García. También tenemos muestras de importantes necrópolis como las de Aguilar de Anguita o Atienza.
Castros celtas
Pero si hablamos de las manifestaciones artísticas más conocida del arte celta en la Península Ibérica no podemos dejar de mencionar los castros (del latín castrum: fortificación militar), poblados amurallados situados por lo general en lo alto de colinas estratégicas y protegidos por fosos, que contaban con un torreón desde el que vigilar el área alrededor. Aunque en un principio las construcciones se realizaron en materiales perecederos, más tarde se comenzó a utilizar la piedra, y es de este material del que nos han llegado restos como el de Las Gogotas (Ávila) o Santa Tecla (Pontevedra). En Uxama, Termes, Segóbriga o Clunia tuvieron los celtíberos centros importantes, pero sin duda el que perdura en la memoria de todos es Numancia, capital de los arévacos, que ha pasado a la historia por su heroica resistencia a las tropas romanas de Cornelio Escipión en el año 133 antes de Cristo. 
Y es que parece ser que los historiadores clásicos tenían razón cuando hablaban de las dotes guerreras de este fascinante pueblo, tan feroz en la guerra como sofisticado en sus manifestaciones artísticas.

No hay comentarios: